3/2/14

Unanimidad

Bien puede estar —aceptemos pulpo etc.— que en el congreso, los diputados de un partido, como un solo hombre, voten lo que el regidor de la representación les ordene, pero que en una "convención", que le llaman, funcionen los asistentes de igual manera ya no tiene justificación.
          Lo digo por la última reunión de ese estilo. Tras la retahíla de sandeces y desfachateces del presidente del partido —con la villanía de mandar callar al líder de otro partido— ¿cómo es que no hubo nadie, al menos las cámaras no lo sacaron, que se abstuvo de aplaudir, aunque fuera por vergüenza ajena? Alguien, no sé, en el último rincón del salón de actos que, ya fuera retrechándose en la butaca o simulando que movía las manos, no siguiera los aplausos de la totalidad de los conmilitones. O, como recuerdo de muchacho, cuando aún iba a misa, había personas que, por no saberse santiguar —y no digamos 'presignarse', que era mucho más complicado— o por vergüenza, hacían unos gestos disimulados como de rascarse en alguna parte de la cara o del pecho. ¿Cómo es que no hay en estos casos ningún inocente valiente que, como el niño del cuento, alza la voz para gritar: "¡El rey está desnudo!"? En fin, ¿por qué se dejan colgada la dignidad a la entrada?
          Por supuesto, el partido siempre con las víctimas, faltaría más.

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