3/5/13

"Bicicletas despóticas"


Revista de prensa

En escasas ocasiones he leído a Arcadi Espada desde que hace años dejó de publicar en El País. Por eso, al artículo que copio a continuación he llegado indirectamente, a través de otro blog, CIUDAD CICLISTA, que frecuento. Puedo decir que estoy de acuerdo con él prácticamente en su totalidad. Había pensado en destacar las frases —con cursiva— que considero un gran acierto de expresión, pero he desistido porque se me empezaban a amontonar, así es que lo trascribo tal cual.

«Hay ciertos consensos transversales que mejor no te atrevas a tocar. Uno es la licencia para atentar contra la propiedad intelectual de los otros. Otro es la bicicleta. Esta mañana, donde Herrera, salía nuestro andaluz profesional a defender las virtudes del mecanismo, porque al parecer pedalea cada mañana durante ciento cincuenta metros, de casita a la radio, con el iPod en el oído susurrándole alegrías tirititrán, mientras respira a pleno pulmón azahar y sevillanismo. Naturalmente esa experiencia no tiene nada que ver con la bicicleta sino con el nivel de vida. Y nada que ver con la experiencia urbana de la bicicleta en ciudades como Barcelona. Toda la buena prensa del ingenio se basa en su presunta fragilidad, humanísima, frente al automóvil. En esas comparaciones, ¿quién no podría apostar por la forma alada de vivir y deslizarse? Pero esa no es la comparación ni adecuada ni real. El uso urbano de la bicicleta se ha generalizado a costa del espacio del peatón, que no del espacio del automóvil. La bicicleta y los ciclistas, infectados de la superioridad moral ecológica, que destaca por desdeñosa e irracional entre las de su gremio, se han añadido como un consistente peligro más a la azarosa vida del paseante urbano. Con una particularidad desastrosa: las reglas que ha de cumplir el ciclista son mucho más porosas, flexibles y opinables que las que debe cumplir el automovilista. La incertidumbre del andarín ha crecido de un modo muy desagradable. Pero guárdate de decirlo, johnnie walker: pocos casos tan nítidos como el de la bicicleta para ilustrar que el principal instrumento del despotismo es hacerse la víctima».

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