29/11/12

Nadie va a la playa

No es porque no estemos en temporada, pues a lo que me refiero es a que desde hace años, ni en verano ni en ninguna otra estación, ni en vacaciones ni en puentes, nadie —bueno, casi nadie— va a la playa, sino que, en todo caso, a donde se va es a la playita. En efecto, sin saber de dónde surgió la moda (aunque muy probablemente de los medios de comunicación, como todas las malas costumbres —je je—), a mucha gente le ha dado por hablar en diminutivo. Y así se hacen un viajecito y se van a la playita y se dan un bañito y toman el solecito y una cervecita —¡pero no una cocacolita!— e incluso un cafelito. Y se ven una peliculita. Hay quien no lee un libro sino un librito, aunque no un periodiquito. ¡Bastaaa!
          Toda la vida, como no podía ser de otra manera, se han utilizado diminutivos, forman parte del lenguaje, pero lo que está pasando de unos años para acá es estomagante, empachoso. Así lo llevaba uno notando desde hace tiempo, con el temor de si sería una manía mía, por lo que al ver ayer en El País la genial viñeta del Forges me llevé una alegría en el sentido de que no es una manía personal puesto que hay otros, como estupendos dibujantes, que también lo han advertido. ¡Uf, menos mal: no era una paranoia! Es la estupidez de algunas modas en el habla.

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