14/5/12

Un juicio y un prejuicio

Cuando compré hace más de un año la novela La casa verde, de Vargas Llosa, me puse a leerla para, a los muy pocos días, abandonar la lectura. No debí de llegar a las 100 pág. Como no sería la primera vez que tras el primer intento de lectura de un libro hiciera el segundo con éxito, y, a veces, en este segundo intento, leído con mucho gusto, hace unos días lo intenté de nuevo desde el principio con la novela de Vargas... pero hasta ayer en que llegué a la página 200 y me dije hasta aquí hemos llegado, ya no sigo y abandoné definitivamente la lectura: así es que el libro ¡en su lugar, descanso!, en la librería.
       La novela es un auténtico ladrillo. Conste que a V. L. le he leído como otras ocho novelas (ningún otro tipo de escritos más como ensayo etc. que, oyéndolo como le he oído a veces o leyendo algún artículo de prensa suyo, no me interesa), todas, que yo recuerde, al menos amenas y divertidas de leer, y, desde luego, lo que nunca me había pasado hasta ahora es que se me atragantara ninguna. Y es que, como he dicho antes, es un ladrillo, un pestiño, un tostón... al menos para mí. Tengo entendido que es una novela experimental (¿?) en su estilo, y no es que a mí me echen para atrás los cambios de espacio o de tiempo a lo largo de una narración, algo que ocurre en este caso hasta el abuso, sino que lo que me aburren son los diálogos: farragosos, solapados (¿?), mezclados, apareciendo muchas veces como uno solo cuando en realidad son varios, con numerosas e irritantes elipsis verbales, un experimento en fin al que, por otra parte, no se le ve la necesidad. Hasta aquí el juicio.
       Y ahora, el prejuicio.

Wert, Aguirre, Botella y Vargas Llosa en la inauguración del Espacio Arte y Cultura

       
Según el pie de foto, y el texto de la noticia, también participa el inefable Sánchez Dragó, aunque no aparece en aquella o yo no lo veo. Tal espacio, según el diario que publica foto y noticia, es un pabellón, o carpa, "montado al lado de la catedral del toreo" por la empresa gestora de la plaza de las Ventas, en defensa de esa carnicería denominada tauromaquia. En el texto de la noticia, las consabidas bobadas sesudointelectuales que pretenden justificar la fiesta.
        Por ambos, juicio y prejuicio, no creo que vuelva a comprarle un libro más a Vargas Llosa. Da igual lo que pueda publicar en adelante.

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