10/11/09

La caída

Nos hemos tragado estos días, queriendo o no, la información sobre la conmemoración (con espectáculo de luz y sonido, al gusto actual) de la caída, o derribo, del Muro. "Queriendo o no" porque la información es un virus que lo invade todo y que, por muchas precauciones que uno tome, puede resultar infectado donde menos se lo espere; un virus, ¡dónde va a parar!, mucho más mortífero que el de la gripe, por ejemplo.
    Que fuera caída o derribo o caída por derribo es una cuestión bizantina y que no merece mucho la pena considerar, aunque los Medios —¡todos!, como si lo viera— adjudican a algunos próceres un papel histórico —¡cómo les gusta!— y el mérito de la caída.
    Lo que sí parece claro, independientemente del papel instrumental de los prohombres, es que el tal muro se vino abajo cuando dejó de importar para el desarrollo del dinero su función principal que no era otra que la de representar la ficción, tan falsa como poderosa, de que había dos regímenes: ya se sabe el "capitalista" y el "comunista", sin perjuicio de lo que, insultantemente, dio en llamarse Tercer Mundo.
    Falso, como digo, porque Régimen no hay más que uno, que es el del dinero, dominante en todas partes, aunque con consecuencias distintas en según qué sitios: así, por aquí, una de las consecuencias más directas es la de la explotación laboral con su concomitante angustia del paro. Y así, en las periferias del desarrollo, las hambrunas y condena a la miseria de la inmensa mayoría de la gente.
    De modo que, concluida la función de sostener que había dos regímenes, dualidad en la que a su vez se sostenía el régimen único del dinero, complementada con la amenaza exterior del otro mundo, el dichoso muro resultaba inútil, amén, a su vez, de un estorbo para el desarrollo del capital.
    Pues bien, no obstante, siendo esto así, o a mí me lo parece, los próceres y próceras de muchos estados, con el vocerío de los medios, se han dedicado a celebrar el evento como "la fiesta de la libertad".

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