3/11/06

Todos menos uno

Ya me pareció que el señor D'Azúa exageraba cuando en el blog del 23/10/06 de un circunspecto periódico aseguraba: “Todos los partidos catalanes menos el PP (pero el PP no existe en Cataluña) [paréntesis de D' Azúa], han decidido que la estampa sentimental de la sociedad catalana, su icono religioso, es la República. Todos los partidos tratan de reconstruir aquel espléndido momento de pistoleros y espadones, idealizado como un calendario de paisajes olotinos”, porque no eran “todos”, según él mismo nos descubre en el de ayer (jueves, 2 de noviembre, día de los fieles difuntos), con el perentorio título de A ver si se enteran, en alabanza de Ciutadans-Partit de la Ciutadania. Éste no entraba en aquel “todos”: lo que debió de pasar es que al ilustre intelektual se le olvidó mencionar la excepción.
Panegírico victimista, en el que D' Azúa, con su florida prosa, nos obsequia con conceptos tan antañones como “intelectuales del régimen”, “partitocracia”; tan rebuscados como “peronismo catalán”; o con perlas como esta: “La importancia de las últimas elecciones catalanas estriba en que todavía queda una parte de la ciudadanía que no se ha rendido, que no se ha vendido, que no se ha contaminado de la sumisión general.” Claro, no como los demás votantes, unos 2.800.000 (incluidos los que votaron en blanco), que son unos vendidos y aguantan lo que les echen. O esta otra: “Cientos de miles de ciudadanos han confiado en ellos.” Pero, ¿no han sido unos 90.000?
Por supuesto, va a ser el susodicho partido el que, contra la “partitocracia”, con democracia de la auténtica, de la que ellos traen, regenere la política catalana y, supongo, que la del resto de España. Ya lo advierte hoy uno de los electos, el primero: “Vamos a hacer que los políticos [los otros] pongan los pies en el suelo”. Y otro, el segundo: “Nos da igual quien pacte para formar gobierno, no hay diferencias entre ellos.” Lo del político “realista” que se va a ocupar de los problemas “reales” de la gente lo llevo oyendo toda la vida, pero como el que oye llover; y lo de “todos los políticos son iguales”, también. Que esto último se oiga en tertulias más o menos informales o improvisadas en el bar, en el trabajo o en un viaje en metro, pues muy bien, pues vale; pero nunca lo había oído de boca de un político, y menos aún de diputados democráticamente elegidos, lo cual me parece, en los que así se expresan, sentirse por encima del bien y del mal, a un nivel superior al de los “rendidos” y “vendidos” que no les han votado.

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